Nuestro más sincero agradecimiento a todas las personas que han ofrecido generosamente su testimonio ya que han hecho posible la elaboración de este documento.
José, 54 años
“Empecé a beber porque mi oficio es el de camarero, y claro, tenía el alcohol siempre en la mano… Bebía. Pero bebía pausadamente, poco a poco, y después cada vez bebía más y más. Bebía en la barra, después salía y me tomaba unas cañas, unas copas…, normalmente coñac y cubatas. Beber, bebía…, a lo mejor porque me gustaba, porque estaba sirviendo, y añoraba… ¿siempre estoy sirviendo y no voy a beber yo…?
Para ir a beber, solía mentir o buscar cualquier excusa… o buscaba una discusión o una bronca con el crío, con los chavales o lo que fuera… Por ejemplo: ¡Oye, me voy a comprar tabaco…‘, aunque tuviera u ‘Oye, me voy a por el pan…´, siempre buscaba una excusa. Estaba tan sumamente ciego que no veía nada más que el fondo de la botella, la copa o lo que fuera.
Mi familia me decía que no podía seguir bebiendo así porque iba a tener consecuencias…, ‘Tú un día vas a tener problemas…’. Pero yo no lo quería reconocer. Me pillaron en el trabajo, haciéndome la prueba esta de la alcoholemia, me sancionaron, me suspendieron de empleo y sueldo y me llamaron al orden. Y aún así seguía sin ver el problema.
Fuimos mi señora y yo al medico. Él me mandó al asistente social y este me mando aquí, a la asociación.
Al principio me daba un poco de corte, quizás timidez. No sé cómo explicarlo. Y después del primer día, se pasó. Y hasta ahora divinamente. Estoy contento. Mi intención es la de poder avanzar en todo lo que pueda en la abstinencia.
Al oír hablar a los otros en la Asociación, sentí mucha satisfacción de ver que se podía hablar abiertamente, sin tapujos.
Afortunadamente me di cuenta y ahora estoy nadando en una balsa.”
Paloma, 29 años
“Al beber me sentía mucho mejor, podía hablar, hablaba con todo el mundo, no me callaba ni debajo del agua. Es que yo soy muy tímida. Yo he estado bebiendo desde muy joven, muy pequeñita, desde los 13 o 14 años. Mi padre era alcohólico y murió de cirrosis, por lo que mi madre no quería tener alcohol en casa, pero una vez compró una botella de coñac por navidad. Entonces yo la cogí. Estaba escondida para que mi padre no la viera, y traguito a
traguito, cuando se dio cuenta mi madre, la botella estaba casi vacía.
Luego empecé con unas amigas y nos tomábamos entre las tres una caña. Era el principio.
No sé por qué bebía. Mi madre se iba a trabajar y me quedaba sola.
Al principio, cuando empecé a salir con mi marido, bebíamos los fines de semana. Yo siempre he bebido más que él.
Cuando me casé ya era excesivo. Bebía en casa y fuera de casa. Bebía cerveza antes de comer, en la comida y después de comer.
Mi marido me decía, sobre todo cuando me quede embarazada: ¿no crees que bebes mucho?, pero yo no decía nada, me iba a la cocina y le chillaba. No me ponía agresiva, pero le decía todo a gritos.
No me daba cuenta de que estaba mal, yo con tener mi cervecita o vino o lo que fuera, veía todo solucionado.
Bueno yo creo que sabia que no era normal, pero como creía que a mí no
me hacía daño, continuaba bebiendo.
Hubo un momento que el hígado dijo que bebiera mi abuela, y mi hijo nació con el síndrome de abstinencia.
La Asociación me ha ayudado mucho a aclararme las ideas y ahora me encuentro fenomenal.
Mi vida ha cambiado. Bueno, ha cambiado todo.”
Javier, 31 años
“Empecé a beber con 15 años o cosa así. Empecé a beber con moderación, cuando iba a la discoteca. Te tomabas un cubata o dos y te lo pasabas bien. Me fui a la mili con 19 años.
Cuando la acabé, todos mis amigos se habían casado. Empecé una nueva vida, me busqué nuevos amigos, y entonces empecé a beber algo mas de la cuenta.
Me busqué nuevas amistades, ganaba mas dinero, tenía más trabajo y fue entonces cuando empecé a consumir alcohol en mayor cantidad.Todos los fines de semana tenía que coger el “colocón” para pasármelo bien. Hasta ahí se podía llevar. Inicialmente no me afectaba en el trabajo ni en nada. Pasaron uno o dos años y entonces empezamos a meternos cocaína y lo
que conseguí fue beber más y ahí se empezó a agravar el problema.
Ya pensaba entonces que quería abandonar este tipo de vida. Había empezado una carrera que no me gustaba nada. Abandoné el deporte. Solo pensaba en la juerga, el cachondeo, que llegara el fin de semana para beber y ponerme cocaína.
Me eché novia con el deseo de dejar de beber. Me casé queriendo dejar de beber. Pensé que al casarme dejaría el alcohol y las drogas, pero seguía haciendo lo mismo, yo trataba de disimularlo, pero mi mujer se daba cuenta. Después decidimos tener un niño. Pensé que el crío me retendría algo más, pero nada, tampoco. Decidí cambiar de piso, de pueblo, pero no me daba cuenta de que el problema seguía conmigo. El problema era “yo y mi alcoholismo” y que fuera donde fuera siempre iría conmigo.
Entonces acudí a una Asociación de alcohólicos, pero la abandoné al poco tiempo y volví a recaer en la bebida. Me di cuenta de que yo solo no podía, necesitaba ayuda. Luego volví otra vez a la misma Asociación en la que ya llevo 3 años. Ahora me lo he tomado mucho más en serio.
Antes no estaba concienciado de que el problema era para toda la vida, pero la verdad es que es así de cruel. El problema va siempre conmigo y es para toda la vida.
Ahora estoy muy a gusto conmigo mismo y con quien me rodea, hago cosas que antes no hacía y soy feliz con los míos.”